martes, 28 de mayo de 2013

Light or darkness.

Es algo habitual el considerar que lo que nos define son nuestros errores. Todo el mundo supone que si nos equivocamos es porque elegimos mal, y que es eso lo que dice quién merece el cielo o el infierno. Yo, como de costumbre, no estoy de acuerdo. Porque creo que no peco de confiada cuando digo que nadie, pero nadie en este mundo se libra de no haber fallado estrepitosamente. ¿Acaso hay alguien que no se haya equivocado y arrepentido después? Yo os daré la respuesta a la pregunta: silencio. Nadie puede decir tal hipocresía. Parece que nadie se fija en todo lo que trae consigo el errar... y ahí es donde cada uno demuestra de qué pasta está hecho. Podemos elegir el avanzar y dejar ese fallo atrás; podemos hacer como si no hubiera pasado y vivir en la dulce ignorancia; podemos sentirnos orgullosos de haber causado ese mal y reincidir. Es en ese momento, en el que tenemos que elegir el potenciar luz u oscuridad, donde dejamos a vista de todos lo más puro de nuestra esencia. 

domingo, 26 de mayo de 2013

Until the end of time.

Un chico dulce, atento y encantador. Arrebatador, sin más, en todos los sentidos. Más allá de lo fácilmente visible para los demás, yo sobrepasé la frontera de tu rostro y de tu torso. Vi todo aquello que escondían esos ojos oscuros y sentí la calidez y la ingenuidad que explotaba en tu pecho. Lo tenías todo, ese todo que nadie admite que existe, incluida yo...pero tanto eso como mis esquemas se quedaron en nada cuando entraste en mi vida. Sólo eras un capullo que me había mojado con la manguera, un antipático al que durante 10 días, muy a mi pesar por aquel entonces, tenía que soportar. Reconozco que pasaron la mayor parte de ellos para que me sacaras la primera sonrisa y me cayeras bien; también admito que no hizo falta más para que me ganaras. Eras carisma personificado, simplemente eso. Fue suficiente para interesarme, para querer saber más. Eso sí que fue un amor-odio en toda regla... me caías tan bien como te odiaba. No era un odio puro, pero eras un incordio, tengo que admitirlo. Y un día, de repente, decidimos no cerrarnos en banda y soltar un poco el listón que había entre nosotros. Dicho día que no recuerdo, sé que morí de amor. No de amor en sentido literal, sino de satisfacción e incredulidad al ver que por fin había encontrado a alguien tan afín a mí como distinto. Alguien que entendía perfectamente lo que se me pasaba por la cabeza, que conocía los mismos libros que yo, que le gustaba más que nada mi grupo favorito, y que me dio el voto de confianza que si mal no recuerdo, nadie me daba. Sentí de veras que había encontrado a mi alma gemela. La forma en la que las cosas cambiaron y mejoraron fue vertiginosa, pero no menos satisfactoria por ello. Me bastaron escasas semanas para sentirme segura y cercana a ti como nunca me había pasado con nadie. No me avergonzaba ser yo misma, cosa que no era ni es fácil todavía; no me importaba contarte mis cosas, mis delirios de quinceañera perdida, sentía que realmente te interesaban e importaban, y no dudo que así era. Dime si no era todo perfecto, si no estaba todo a nuestro favor, y por una vez no había nada humanamente posible para quitarme eso. Lo que tú sacabas de mí era algo todavía inmaculado, hasta donde quisiste profundizar no había llegado nadie aún. Me sentía intocable, invencible, no necesitaba nada más que a ti para sentirme bien. Puede que al no haber conocido a nadie como tú antes todo se intensificara. Era algo nuevo y esperanzador, algo que hasta entonces mis ojos no habían visto y que mis sentimientos no conocían. Llegué a sentir y a creer de veras que eras como el hermano mayor que nunca había tenido. Hubiera hecho cualquier cosa por ti, lo que fuera, y sé que aún a día de hoy lo haría. No puedo reprocharte nada porque a pesar del tiempo y de mis intentos ese cariño descomunal permanece, me inunda y no me deja odiarte ni detestarte, aunque debería. No guardo nada malo de ti, es más, si soy quien soy es en parte gracias a ti. Has hecho que quiera ser mejor persona, que me atreva a cambiar lo que no me gusta de mí y a enorgullecerme de mis fallos. El pilar de mi fortaleza tiene como base la confianza que depositaste en mí, y esas ambiciosas aspiraciones sin duda provienen de tu enérgico entusiasmo y de tu ilimitable esfuerzo. Aunque me duele, ya no me rompo. Aunque me quema la piel, ya no me consume por dentro. Eso no quiere decir que no me duela como siempre, solo que cuando ya no hay nada que arrasar, nada puede arder, así de simple. Soy eso que está entre mis ganas de volver a empezar y la comodidad de seguir como hasta ahora. No me falta valor, siempre he tenido agallas...son esas pequeñas cosas espontáneas y esporádicas las que me atan a ese pasado que cada vez me cuesta un precio más alto. Sé que todavía no lo entiendes y que te parecerá una nimiedad más, como todo lo que proviene de mí, pero eras de lo más importante en mi vida, y por ello, eres la persona que más me ha dolido al irse. La peor cicatriz, el peor castigo. Qué hice mal, qué no vi o qué dije a destiempo son preguntas que siempre rondan mi cabeza, y cuando hay silencio aparecen. Quizá no hice nada, quizá no lo hicimos ninguno de lo dos, simplemente te diste cuenta de que ya no me necesitabas o que ya no te importaba como antes y decidiste poner tierra de por medio, no lo sé. Sólo sé que no entendí nada cuando me dejaste a oscuras, no te entiendo y no entiendo por qué si elegiste decir adiós y hacer cada uno nuestra vida, no me dejas hacer la mía. Yo no puedo intentarlo y volver a empezar si cuando te apetece saber algo de mí me arrollas con tu abrumadora personalidad. No puedo rehacer mi vida e intentar dejar atrás todo aquello que fuimos si me recuerdas que aún hay algo que nos sigue uniendo. La pregunta del millón es, ¿qué es eso que nos une todavía? Porque a pesar de la distancia, de la desidia y del dolor, es innegable que hay algo que no nos junta del todo pero que tampoco nos separa. Pueden ser los resquicios de ese cariño que nos tuvimos el uno al otro, puede que yo no haya tirado la toalla todavía, o puede que tú de vez en cuando intentes recogerla, quién sabe. Sólo espero que vivir así no me destroce hasta el punto de no poder recomponerme; sólo ansío no arrepentirme de seguir atada a tus idas y venidas. Aunque he de admitir que si hubiera alguna posibilidad de pedir un deseo y de que éste fuese concedido,sería tenerte conmigo como estábamos antes;  como siempre debimos estar. Puede que no leas esto nunca, y en verdad espero que lo hagas, porque dudo que pueda haber cosa más vulnerable que yo entre estas líneas, y supongo que seguirás recordando lo poco que me gusta mostrarme así . No es mi intención que lo veas, ni mucho menos es una llamada de atención...hace tiempo asumí que las cosas que no funcionan no se pueden forzar. Pero, si en algún momento lo lees, aunque al acabar de hacerlo te parezca lo más absurdo del mundo, ten por seguro que es cierto. Aunque no te importe ya lo más mínimo y aunque no te mueva nada por dentro, simplemente no olvides todo lo que fuimos y vivimos, porque yo no podré hacerlo nunca. Bueno o malo, mereció la pena.






martes, 14 de mayo de 2013

Awesome or nothing.

Nadie recuerda a los vencidos, ni a los que por cobardía se quedaron a medio camino. Nadie se pregunta qué fue del segundón, ni mucho menos del último de la lista. En un mundo en el que el fuerte es el único que sobrevive, hay que ser eso, fuerte. No en el sentido literal de la palabra, pero sí en realidad. Implica valentía para aspirar a cosas a las que, por miedo, pocos aspiran; supone renunciar a demasiadas cosas, a demasiadas personas, pero teniendo siempre presente que ese sueño, que esa meta, es el fin último, el verdadero sentido por el cual existes o será imposible; se basa en ser realmente impresionante o sumamente mediocre, sin más. No merece la pena ser aceptable o medianamente bueno: hay que ser brillante, iirepetible, excelente.Son precisamente las personas acríticas y carentes de ilusión las que en  intentan echar abajo las utópicas pero posibles aspiraciones de gente como tú y como yo. Ya no me queda fe en la gente,no creo en las palabras ni en las promesas, y mucho menos en un Dios omnipotente, pero sí en el talento, en que lo más improbable puede ser probable, en lo apoteósico, en lo glorioso, y en que todo ello está a nuestro alcance. No tenemos una vida y una gran capacidad racional como regalo. Vivimos y respiramos porque hay un fin, hay una razón por la cual estamos aquí y no podemos obviarlo. No importa qué sea ni cuánto tardemos, el objetivo es conseguirlo;ser grande. Golpear el techo del cielo, formar parte del gran salón de la fama. No es ambición ni mucho menos egocentrismo, es simplemente el hecho de que para algunos, entre los que me incluyo, no es suficiente con pasar por esta vida como cualquier otro. No merece la pena vivirla si no es para dejar huella, y a ser posible, eterna.