sábado, 28 de junio de 2014

Lo que da miedo es cuando vuelve la esperanza, la fe. Cuando vuelves a recuperar parte de aquella inocencia y confianza perdida. Cuando todo vuelve a parecer posible, o por lo menos más probable. Cuando vuelve a resultarte casi imposible que vuelva a partirte en dos.

jueves, 26 de junio de 2014

Faith.

Puede que sea una persona totalmente desilusionada. Con las personas, con la vida, con los caprichos de destino y también con la forma en la que las cosas cambian a peor. Pero no conmigo. Tengo fe en mí. Porque si yo no creo en que seré capaz, entonces ¿por qué los demás deberían creerlo? No necesito que me crean, no necesito que confíen en mí ni tampoco que piense que podré superarlo. Yo y mi opinión somos lo que importa. Yo y mi fe en mí misma somos lo que cuenta. Es en las situaciones complicadas, en las épocas de duelo y bajo presión donde lo mejor y lo peor de nosotros mismos sale a la luz, y supongo que en mi caso, está saliendo mi mejor versión. Puede que guste o que no, pero a mí me parece bien. Quien no quiera verlo o quienes se hayan ido por tener una idea equivocada de mí, están muy bien donde están: lejos de mí y fuera de mi vida.

jueves, 19 de junio de 2014

Summer, i've missed you.

Huele a verano. Huele a terraza por las noches, a piscina por las tardes y a dormir hasta la hora que te plazca. Huele a noches de cigarro y cerveza en mano, de sábados de desenfreno y a domingos de resaca compartida con tus amigas. Huele a playa, a arena entre los dedos, a desvelos, a tristezas contadas entre peta y peta y carcajadas de fondo. 
Pero para mí, a lo que más huele es a esto. A escribir a las tantas de la madrugada. A plasmar mis mayores temores y secretos en un blog que apenas nadie lee, pero que al soltarlos aquí me reconforta. Porque no he descubierto mayor pasión ni mejor forma de expresarme que mediante unas turbias y confusas líneas. Porque tengo más que claro que mi época hubiera sido el el siglo XIX y mi estilo de vida el de un bohemio francés. Porque para mí escribir nunca ha sido una finalidad, sino un medio. De expresión, de libertad, de privacidad, y sobre todo para conocerme mejor,para recorrerme por dentro y para poder leer lo que no me atrevo a veces a decir en voz alta, por si acaso. 
Haciéndolo he crecido como persona, me he endurecido e incluso a veces, naufragado entre estas letras. 
Para mí no el verano no sería ni la mitad de estimulante o especial si además de compartir con los míos mis vivencias, no pudiera dejarlas sueltas y revueltas aquí. Porque las cosas escritas se entienden mejor y se sienten más hondo. Porque para una sentimental de pura cepa no hay nada más reconfortante que revivir una y otra vez tanto lo bueno como lo malo. Bueno, sentimental y masoquista, todo hay que decirlo. 
Pocas cosas he encontrado más placenteras que esta, aparte de bañarme en tequila cada vez que salgo y perderme entre mis excesos. Si no fuera extrema y excéntrica, no me gustaría escribir. Porque para eso hay que ser la excepción de los estereotipos. Hay que sentir profundo, querer intenso y beber sin término medio. Hay que saber dejar hablar al corazón, darle voz entre las palabras, ser racional solo cuando sea imprescindible, y sobre todo, sentir y creer en cada una de las historias que plasmas. Tiene que transmitir lo que sientes, lo que eres, o no valdrá nada. O no valdrás nada.

Excesos y tequila, que no falten.

Que no siempre sintiera para fuera no significa que no sintiera nada en absoluto. Pero nadie debía verlo y tú menos que nadie. Si siempre me hubiese dejado en tus manos, qué hubiera sido de mí.  Eso no es culpa tuya. En realidad, creo que no me pondría en las manos de nadie. Soy demasiado propia y desconfiada como para hacerlo. A la hora de la verdad, para que las cosas estén bien (para mi gusto) tienen que pasar por mí, y sólo por mí, justo antes de sacarlas a la luz. 
Eso sí que puede que sea culpa tuya. Mi desconfianza y el pavor de que alguien intente compartir conmigo los domingos por la tarde. Mi falta de valor a la hora de enfrentarme a uno de los mayores miedos para un corazón despedazado; conocer a alguien nuevo.
Planificarlo todo para mí está muerto. Llevo demasiados años y demasiadas botellas de tequila haciéndolo, y estoy cansada. También tenía muchos planes contigo. Y ¿de qué me sirvió todo ese tiempo planeando e imaginando cómo serían nuestras vacaciones y nuestros aniversarios? ¿Quién va a devolverme todo el tiempo que desperdicié creyendo en ti? ¿Quién va a recomponerme de todo esto? ¿Quién va a querer a este manojo de ruinas y trozos rotos ahora?
Me he cansado de tenerlo todo milimetrado y calculado. Lo que me has enseñado bien es que da igual cuánto pongamos en el intento y cuánto deseemos que ocurra, pues si no están todas las partes igual de metidas hasta el cuello que tú, es inútil. Es inútil porque el más inesperado capricho del destino puede echarlo todo abajo incluso antes de que puedas verlo. 
Me has enseñado a valorar el tiempo, y sobre todo a cómo no permitir que vuelva a arrepentirme de malgastarlo otra vez.

viernes, 13 de junio de 2014

Querer no es suficiente.

Los sentimientos son confusos. Por un momento llegamos a creer que son suficientes, pero para nada es así o por lo menos no para mí. 
No quiero ni puedo negar lo que siento, pero tampoco fingir que eso me parece suficiente, como si eso fuera a todo a lo que aspiro en la vida. Claro que le quiero, y sé que él a mí, pero cada vez más a menudo me pregunto si alguien como yo podría conformarse con eso.
Suena algo egoísta quejarse de que querer y ser correspondido es poco, pero realmente lo es. ¿Qué pasa con todo lo demás? ¿Qué es de todas las metas y todo lo que te gustaría tener y no tienes? Me refiero a cosas pequeñas pero esenciales, o al menos para mí lo son. 
Alguien que entienda lo que supone el esfuerzo y la satisfacción que trae consigo el mismo. Alguien que haya pasado por esos años de universidad, de estudio, de esfuerzo. Alguien con quien hablar de todo un poco y que esa conversación te parezca lo suficientemente estimulante como para que eso te parezca mejor plan que arrancaros la ropa uno al otro. Alguien con un nivel intelectual similar. Alguien atento y con quien poder comentar cualquier cosa dando por hecho que sabrá de lo que hablas. Que te conozca y te comprenda bien. Que los detalles le parezcan importantes para conocerte y para que tú le conozcas a él. Alguien que quiera conocer mundo, viajar y recorrer cualquier rincón conmigo. Con ambición y convicción en sí mismo. Confianza. Seguridad. Fuerza y valor a la hora de tomar decisiones. Alguien que no se venga abajo a la primera de cambio. Alguien que sepa luchar y hacer lo imposible por lo que aspira y por quien quiere. 
No creo que nadie se conforme sólo con que le quieran. Puede que sí al principio, sí por un tiempo, pero a la hora de replantearse la vida junto a una persona...lo dudo mucho.
Para mí no lo es, aunque quiera alargar lo inevitable. Aunque quiera mirar sólo el presente y por ahora con esos sentimientos mutuos me baste. Sé que si pienso en lo que seré dentro de 20 años no tengo del todo claro que vaya a ser él con quien los pase. No es culpa mía ser ambiciosa y querer ciertas cosas, ni tampoco es suya por ser alguien que se conforma con poco y que no ve más allá de una vida humilde.
Pero yo no quiero eso. No quiero una vida así. Quiero una casa enorme, quiero tener un buen trabajo y un buen puesto. Quiero trabajar en lo que me guste, quiero viajar, conocer gente nueva y mundo, compartir cosas en común con alguien que sí sepa demostrarme que no sólo está conmigo por costumbre, sino porque me quiere,  y porque aparte de eso, necesite que yo le aporte esas cosas que he mencionado antes igual que yo las necesito. Alguien que no se conforme con que le quiera, sino que también espere cosas de mí como las que yo espero. Que busque esas aficiones, esos deseos ocultos y esas aspiraciones en mí como yo las busco en él. Que me rete, que me desafíe, que lo haga todo susceptible al cambio, que rompa con la monotonía y que no permita que aparezca. Y si pienso en todo esto, si leo estas líneas que acabo de escribir, por mucho que me duela y que me pueda pesar, sé que él no va a ser esa persona. 
Sin embargo no quiero que cambie ni nunca se lo pediría. Es como es y yo le quiero por eso, y aunque todo esto sea precipitarme, sé lo que quiero en la vida, y sé que él no podría ofrecérmelo por mucho que quisiera.

La pregunta es...¿hasta cuándo será suficiente esto que tenemos? ¿Cuándo tendré el valor y el coraje para admitir y comprender que él no va a aportarme todo eso que yo necesito? Por el momento no concibo nada de esto, pero tarde o temprano, las cosas que tienen que pasar, pasan.

jueves, 5 de junio de 2014

Siempre me consideraste una blanda, incapaz de decidir de forma racional. Incapaz de sacar algo a la primera, incapaz de esforzarme lo suficiente, incapaz de dejarme los codos, el alma o las ganas en el intento. Daba igual en qué sentido, nunca me consideraste una persona fuerte ni tampoco sacrificada.
Y aunque ya no suele ser así, en momentos como los de ahora, esas palabras que me repetías tanto, esas risas ante mis aspiraciones o mis deseos, esos silencios que gritaban lo sumamente floja que me considerabas, resuenan. 
Reconozco que si hay días en los que me levanto pronto, me dejo los codos estudiando y me acuesto a las cinco de la madrugada sin haber dormido apenas es simplemente para poder darte en las narices. Para demostrarte que ni soy ni fui una floja, una vaga, ni mucho menos alguien que se da por vencida a la primera de cambio. Han pasado los años pero todas aquellas palabras, risas y silencios siguen haciendo eco en mi cabeza. Son parte de las secuelas de esa relación dañina y destructiva. Amistad la llamábamos.
Puede ser infantil o inapropiado en una persona de mi edad, pero sólo cuento los días, los minutos y los segundos para que me pregunte: "¿Qué tal han ido las notas? Espero que bien", aun sabiendo que sólo esperas que te diga lo mal que me ha ido o lo flojas que han sido para que te recrees en lo que crees y piensas sobre mí. El problema es que me sigues viendo como la chica que era antes, esa que conociste a medias y a la que aún a día e hoy, le sigue importando (aunque menos) tu aprobación.

miércoles, 4 de junio de 2014

De un extremo al otro.

Que alguien me explique dónde está el orgullo desmesurado del que todo el mundo se quejaba, dónde se ha quedado esa parte de mí que no retorcía el brazo ni aun teniendo que hacerlo. Dónde está esa persona que era incapaz de hablar o actuar primero que los demás por venerar ese orgullo por encima de todo lo demás. DÓNDE. Cómo y cuándo he pasado de un extremo al otro. Por qué. 
Puede que porque vi que perdía más de lo que ganaba y me negué a que algo tan simple como un 'lo siento' o un 'hola, tenías razón' me hicieran perder a las personas que me importaban. Puede que dejara de compensarme en algún momento y decidiera cambiarlo. Pero, ¿no podía ser un punto medio? ¿Tenía que ser otra vez otro puto extremo? Ese será el dilema de mi vida siempre, está claro.
De tardar semanas, incluso meses en ni siquiera replantearme el hecho de que a lo mejor no tenía razón y que me tocaba a mí reaccionar a esto. A contar las horas que se supone que te conceden algo de dignidad para ser la primera en hablar. A empezar siempre la conversación para no perder nada ni a nadie. A acostumbrar a todas esas personas a que tienen que esperar sólo un rato para que yo me disculpe, me arrastre o cosas similares. No hace mucho que todas ellas eran las que se dejaban el culo para arreglarlo y pasar página. Y estoy cansada. No digo que la otra opción fuera mejor que esta, pero desde luego ser siempre quien tiene que ceder, y que sea por miedo, no lo es tampoco.