Por fin es real. Ya no estoy viviendo dentro de las ilusiones y las esperanzas que me parecían reales. Ya no espero a que las cosas sean como yo esperaba. Ahora, en este momento y por fin, estoy viviendo las cosas como son. Claro que me duele, pero cuando ya no es la primera vez, cuando sabes cómo te sientes cuando pierdes a alguien, te das cuenta de que ojalá desde el principio hubieras visto las cosas como eran y no como ansiabas que fueran. Todo es mucho más palpable, incluso duele más, pero duele porque tiene que doler.
Pretendía que cambiara por mí, que lo que fuese que sentía por mí fuese lo suficientemente fuerte como para hacer algo impropio de él: luchar. Pero sé que en el fondo, le marqué. Sé que no seré un nombre de esos que se olvidan cuando pasan demasiados años y nadie vuelve a pronunciarlo. Puedo pensar que no le importé en absoluto, que no me quiso como debería, que pudo haber hecho mucho más de lo que hizo y que no es una persona que sea apropiada para mí porque todo eso es cierto, pero me quiso. Lo hizo mal, pero me quiso. Le marqué, fui la persona con quien se veía dentro de veinte años, o quizá treinta. No es porque él me lo dijera infinidad de veces, que también; es que podía verlo en sus ojos, sentirlo en sus caricias. Sé exactamente cómo debió sentirse, yo también he tenido un primer amor...aunque todos me parecen corrientes y me cuesta acordarme de lo que es amar a una persona antes de él. Es como si los demás hubiera sido simples teloneros de la actuación final.
El caso es que ni sus sentimientos ni sus ganas por hacerlo bien pudieron contra su conformismo. No pudieron contra su apatía, ni contra su egoísmo.
Y yo, después de tantos años intentando, esperando a que cambiara, simplemente bajé los brazos. La realidad por fin se impuso hasta para mí...y es que, palabras textuales suyas, "qué le pides a alguien que no tiene cabeza". Aunque esto no iba de razón, sino de vísceras. Pero se me olvidaba que cualquier cosa que no le den hecha, no sabe cómo afrontarla. Y me cansé. Me elegí. Hasta yo tengo un límite aunque no lo parezca.
Me ha hecho muy feliz durante mucho tiempo, pero también ha convertido mi presente en un mar de lágrimas y dudas. Y no puedo más. No fue él el único que no pudo contra sí mismo. Yo tampoco pude seguir anteponiéndole a todo y a todos. No pude quererle por encima de mí, y mucho menos dejarme en sus manos. No pude luchar contra mis principios, y aunque me costó, tampoco contra mi sentido común.
Seguir haciendo lo que sentía me dejaba claro que se me iba la vida en cada intento, que me estaba saliendo demasiado caro, y es que no siempre es lo mejor hacer lo que nos gustaría hacer... y os lo dice alguien que hasta hace poco, siempre se dejaba llevar y envolver por absolutamente todo.
Con el tiempo aprendes que hay que dejar ir, que madurar es elegir y no conformarse.
Pretendía que cambiara por mí, que lo que fuese que sentía por mí fuese lo suficientemente fuerte como para hacer algo impropio de él: luchar. Pero sé que en el fondo, le marqué. Sé que no seré un nombre de esos que se olvidan cuando pasan demasiados años y nadie vuelve a pronunciarlo. Puedo pensar que no le importé en absoluto, que no me quiso como debería, que pudo haber hecho mucho más de lo que hizo y que no es una persona que sea apropiada para mí porque todo eso es cierto, pero me quiso. Lo hizo mal, pero me quiso. Le marqué, fui la persona con quien se veía dentro de veinte años, o quizá treinta. No es porque él me lo dijera infinidad de veces, que también; es que podía verlo en sus ojos, sentirlo en sus caricias. Sé exactamente cómo debió sentirse, yo también he tenido un primer amor...aunque todos me parecen corrientes y me cuesta acordarme de lo que es amar a una persona antes de él. Es como si los demás hubiera sido simples teloneros de la actuación final.
El caso es que ni sus sentimientos ni sus ganas por hacerlo bien pudieron contra su conformismo. No pudieron contra su apatía, ni contra su egoísmo.
Y yo, después de tantos años intentando, esperando a que cambiara, simplemente bajé los brazos. La realidad por fin se impuso hasta para mí...y es que, palabras textuales suyas, "qué le pides a alguien que no tiene cabeza". Aunque esto no iba de razón, sino de vísceras. Pero se me olvidaba que cualquier cosa que no le den hecha, no sabe cómo afrontarla. Y me cansé. Me elegí. Hasta yo tengo un límite aunque no lo parezca.
Me ha hecho muy feliz durante mucho tiempo, pero también ha convertido mi presente en un mar de lágrimas y dudas. Y no puedo más. No fue él el único que no pudo contra sí mismo. Yo tampoco pude seguir anteponiéndole a todo y a todos. No pude quererle por encima de mí, y mucho menos dejarme en sus manos. No pude luchar contra mis principios, y aunque me costó, tampoco contra mi sentido común.
Seguir haciendo lo que sentía me dejaba claro que se me iba la vida en cada intento, que me estaba saliendo demasiado caro, y es que no siempre es lo mejor hacer lo que nos gustaría hacer... y os lo dice alguien que hasta hace poco, siempre se dejaba llevar y envolver por absolutamente todo.
Con el tiempo aprendes que hay que dejar ir, que madurar es elegir y no conformarse.