miércoles, 30 de abril de 2014

Por fin es real. Ya no estoy viviendo dentro de las ilusiones y las esperanzas que me parecían reales. Ya no espero a que las cosas sean como yo esperaba. Ahora, en este momento y por fin, estoy viviendo las cosas como son. Claro que me duele, pero cuando ya no es la primera vez, cuando sabes cómo te sientes cuando pierdes a alguien, te das cuenta de que ojalá desde el principio hubieras visto las cosas como eran y no como ansiabas que fueran. Todo es mucho más palpable, incluso duele más, pero duele porque tiene que doler. 
Pretendía que cambiara por mí, que lo que fuese que sentía por mí fuese lo suficientemente fuerte como para hacer algo impropio de él: luchar. Pero sé que en el fondo, le marqué. Sé que no seré un nombre de esos que se olvidan cuando pasan demasiados años y nadie vuelve a pronunciarlo. Puedo pensar que no le importé en absoluto, que no me quiso como debería, que pudo haber hecho mucho más de lo que hizo y que no es una persona que sea apropiada para mí porque todo eso es cierto, pero me quiso. Lo hizo mal, pero me quiso. Le marqué, fui la persona con quien se veía dentro de veinte años, o quizá treinta. No es porque él me lo dijera infinidad de veces, que también; es que podía verlo en sus ojos, sentirlo en sus caricias. Sé exactamente cómo debió sentirse, yo también he tenido un primer amor...aunque todos me parecen corrientes y me cuesta acordarme de lo que es amar a una persona antes de él. Es como si los demás hubiera sido simples teloneros de la actuación final. 
El caso es que ni sus sentimientos ni sus ganas por hacerlo bien pudieron contra su conformismo. No pudieron contra su apatía, ni contra su egoísmo. 
Y yo, después de tantos años intentando, esperando a que cambiara, simplemente bajé los brazos. La realidad por fin se impuso hasta para mí...y es que, palabras textuales suyas, "qué le pides a alguien que no tiene cabeza". Aunque esto no iba de razón, sino de vísceras. Pero se me olvidaba que cualquier cosa que no le den hecha, no sabe cómo afrontarla. Y me cansé. Me elegí. Hasta yo tengo un límite aunque no lo parezca. 
Me ha hecho muy feliz durante mucho tiempo, pero también ha convertido mi presente en un mar de lágrimas y dudas. Y no puedo más. No fue él el único que no pudo contra sí mismo. Yo tampoco pude seguir anteponiéndole a todo y a todos. No pude quererle por encima de mí, y mucho menos dejarme en sus manos. No pude luchar contra mis principios, y aunque me costó, tampoco contra mi sentido común.
Seguir haciendo lo que sentía me dejaba claro que se me iba la vida en cada intento, que me estaba saliendo demasiado caro, y es que no siempre es lo mejor hacer lo que nos gustaría hacer... y os lo dice alguien que hasta hace poco, siempre se dejaba llevar y envolver por absolutamente todo.
Con el tiempo aprendes que hay que dejar ir, que madurar es elegir y no conformarse.


sábado, 26 de abril de 2014

Hay que perdonar, y perdonarse.

Puede ser una gran virtud eso de ver lo bueno en las personas a pesar de que haya demasiados motivos que intenten echar esas suposiciones abajo. Claramente, como todo, es bueno en su justa medida. Si esa "característica" la pones en alguien como yo, y si a eso le sumas el exceso y mi forma de ser pasional, puede ocasionar una verdadera hecatombe. Lo normal es ser desconfiado e incluso reacio hacia algunas personas, pero no en mí. No soy confiada tampoco, pero tengo ese don o esa maldición, según se mire, de ver a través de todos los fallos y errores de los demás la luz que ilumina el fondo de sus almas, esa luz que todavía les tiene del buen lado. El problema es que la veo hasta cuando se apaga por completo.
En el fondo seguía viendo a ese chico de dieciséis años atento, dulce y encantador que se sentaba conmigo en clase, con el que hablaba a todas horas, con el que me tiraba tizas y borradores, y con quien día tras día acabé compartiendo hasta el más mínimo detalle de mí, hasta el doblefondo de mis tormentos y alegrías.
Era el ser más impoluto e inocente que había visto en mi vida. Era como arcilla no solo en mis manos, sino en las de cualquiera con un mínimo de carisma. 
Creo que si tenía que enamorarme de él tarde o temprano, aquel momento en el cual era todavía potencia y no acto, hubiera sido el mejor. A fin de cuentas, por aquel entonces la única persona de mi clase, del curso y posiblemente de toda la ESO que no sabía que perdía el culo por mí era yo. Eso o que no quería verlo, que también es probable.
El problema es que me enamoré de él cuando ya habían echado raíces en él el orgullo, el egocentrismo y el egoísmo. Cuando toda esa inocencia e ingenuidad estaban corrompidas y casi extintas, y cuando el único potencial que brillaba en él era el de decepcionar y fallar a quien se le pusiera por delante. Cuando se cambiaron las tornas y era yo la que perdía el culo por él, en demasía he de añadir. Cuando todos esos recuerdos me hicieron montarme una película en mi cabeza de cómo pensé que era, o mejor dicho, de cómo creí que seguía siendo. Pero ya nunca volvería a ser ese chico, y de hecho no ha vuelto a serlo.
Me enamoré de su forma de ser anterior, de su alegría contagiosa y de la facilidad que tenía para serenarme cuando nadie más podía. Pero repito que ese chico ya no existía ni volvió a ver la luz.
He hecho hasta lo imposible por poder perdonarle, por poder volver a estar con él y sentir que en parte, volvía a pertenecerme. No sé si os dais cuenta, los dos gatos contados que leáis esto, que todo se trata de que yo hiciera esto o aquello. Yo le perdone, yo pueda volver con él. Nunca fue un volvamos a intentarlo, empecemos de cero, pongamos los dos de nuestra parte para que salga bien. Siempre fui yo y mis ganas de arreglarlo, yo y mis ganas de tenerle conmigo, yo y mis ganas de quererle y cuidarle. Pero yo, y sólo yo al fin y al cabo.
No había ni reciprocidad, ni ganas, ni nada en él. Se sentaba a esperar, una vez más, que la estúpida de siempre lo hiciera todo por los dos. Si fuimos amigos tantos años es porque yo lo hice todo, porque perdonaba y pasaba cosas que no debería. Y ese no fue el problema, el problema llegó cuando el mismo error lo perdonaba tres, cuatro, veinte veces. Supongo que a todos nos ha pasado eso (al menos si sois igual de ilusos que yo) de que esa otra persona nos dice "lo siento" porque sabe que con eso haremos lo que quiera. Y sí, no niego que ha hecho conmigo lo que le ha dado la gana, consciente de ello o no.
Lo de hoy sólo ha sido la culminación de años y años haciéndome lo mismo, perdonando lo mismo, pero sufriendo el doble. Supongo que hasta yo, a quien deberían darle un premio con honores por paciente, tiene un límite. 
No estaba irascible porque los demás estuvieran más pesados o más quisquillosos de lo normal; estaba que quemaba porque con quien estaba realmente enfadada era y es conmigo misma. Lo estaba cada vez más con cada vez que la cagaba. Era yo quien no se aguantaba a sí misma, no iba con otros el tema. Era algo mío y sólo mío. Yo contra mi razón, yo contra mi sangre fría. Lo que me hacía hervir la sangre era que todo aquello que todos me decían sobre él desde estos cuatro meses lo sabía desde hace años. Que todas esas descripciones sobre cuán gilipollas podía llegar a ser y lo poco que me merecía alguien como él, lo sabía. Y si había algo que realmente me hacía escupir fuego por la boca de rabia es que nada de eso me hacía quererle menos o dejar de hacerlo. Nada de ello fue lo suficientemente fuerte para mí como para decirle que no todas las veces que debí hacerlo. El enfado era conmigo misma, la decepción también. Era contra mí misma con quien estaba evitando luchar, y a quien no quería hacerle frente pues ello supondría tener que reconocer lo mal que lo estaba haciendo todo y lo equivocada que estaba. Era sentarme frente a mí misma y frente a mi amor propio y tener que agachar la cabeza más de lo que estaba preparada para soportar. Es duro dar a otros la razón o tragarse el orgullo cuando sabes que has errado, pero ¿hay algo más difícil que hacerlo ante uno mismo? Es incomparable a cualquier otro sentimiento, a cualquier otro acto. Es seguramente una de las cosas más duras que debe hacer una persona en algún momento de su vida: rendirse cuentas, pedirse perdón, y sobretodo, perdonarse.
Yo no me he perdonado y sigo más que decepcionada con todo lo que he hecho y no debía, con todo lo que he creído que no había por dónde coger. Pero lo hecho, hecho está. No me arrepiento de nada, porque tal y como lo sentí lo realicé, pero no sé si lo repetiría, o no todo al menos. Los reproches o martirizarme aún más no van a hacer que esto se acabe antes. Lo único que puede sacarme de esta inestabilidad, de esta noria de sentimientos, es perdonarme y seguir adelante. Me duele que sea sin él, por supuesto que sí, me duele más de lo que todavía puedo decir con palabras, pero no es lo que yo he elegido. No se ha acabado por mi culpa, sino porque he dejado de tirar sola de un carro para dos. Porque me he cansado de ser el pañuelo de lágrimas de todo el mundo y en especial de ser el suyo para no recibir nada a cambio, nada aparte de reproches, culpas que no eran mías y desagradecimiento.
A pesar de no ser una santa, ni yo me merezco eso. No voy a olvidarme de él, le seguiré queriendo, le seguiré viendo en cada puesta de sol, en cada canción lenta, en cada par de ojos oscuros, en cada noche con una cama demasiado grande para una sola persona. Pero necesito cumplir el tiempo de duelo que mi alma necesita, y después de todo, lo mínimo que puedo hacer es dárselo y esperar que así, aunque no le olvide, deje de quemarme y deshacerme por dentro; que duela menos, y que no me lo ponga demasiado difícil.

viernes, 25 de abril de 2014

Taking chances.

Poner demasiado a prueba nuestros límites puede salirnos demasiado caro a veces. Y quien diga que no los tiene es un necio. 
Puede que no me recupere de una segunda, y sé que es una posibilidad. Puede que lo repitas y que esté cometiendo un gran error, y puede que llegue a lamentarlo en un futuro no tan lejano. Pero te quiero. Te quiero y por eso prefiero jugármela por ti, aunque sea la última vez, antes que pasarme el resto de mi vida pensando qué hubiera pasado si te hubiera dado una segunda oportunidad, si seríamos felices. 
Puede que me hagas más desdichada todavía, o puede que realmente me hagas feliz. No lo sé. Pero si vuelvo a equivocarme, si vuelves a decepcionarme y si corroboras lo que todos piensan y dicen de ti yo ya no tendré nada que replantearme. No otra vez. 

miércoles, 23 de abril de 2014

Estaba equivocada cuando decía que él me quitaba la paz y la tranquilidad que todos necesitamos; era mi calma, mi nación. Y lo sé porque raro es el día que no esté desquiciada o irascible desde que no está presente. Y todo es caos hasta que aparece. Fue un sólo instante, un segundo, pero fue suficiente para darme cuenta de que su recuerdo y sus huellas siguen viviendo, aunque aletargadas, dentro de mí; en mi piel, en mi alma. 

No tenía ni idea de lo que decía cuando pensé que me acostumbraría a verlo de nuevo como a mi mejor amigo sin más, porque no es así. Nada ha ido a menos, sino a más, y la verdad es que debo reconocer que gran culpa de ello la tiene mi "virtud" de ver siempre lo bueno de las personas a pesar de lo malo, eso y mi manía de conservar esperanzas hasta cuando las opciones están reducidas a cero. 

Sé que lo estoy haciendo bien, pero cuando lo vi a lo lejos, cuando vi su andar despreocupado y sus gestos, su forma de apartarse el pelo, me di cuenta de que si hay alguna persona con la que deba estar o que realmente me vaya a querer por quien soy, era y es él.

sábado, 19 de abril de 2014

Y si ya no se tratara de dignidad ni de dolor. Y si no importara delimitar qué somos o qué no volveremos a ser. ¿Sería más fácil? ¿Me costaría menos respirar sin sentir que te me escapas con cada suspiro? Porque no me importa. Ahora mismo no. Llevo dos meses sin verte, y eso me ha ayudado a volver a encontrarme. Y ahora que vuelvo a ser quien era a pesar de las secuelas, noto más que antes el hueco que has dejado. Sé todo lo que nos separa y no son pocos motivos pero como he dicho ahora mismo no me importa. Tampoco qué seamos o no...pero necesito que me abraces. Como si no fueras a irte. Como si volvieras a pertenecerme. Aunque sepa que tú no eres quien va a recomponerme y aunque estalle el cielo de repente. Está siendo peor el remedio que la enfermedad, y estoy cansada de luchar contra la realidad que intento no conocer.

lunes, 14 de abril de 2014

Tengo que poder con esto. Tengo que estar por encima de contar los día y las horas, de poner límites y fechas a un futuro incierto, pero sobretodo, tengo que coger las riendas de esta situación. Tengo que dejar de intentar que otros me crean cuando les digo que se acabó y empezar a creérmelo yo. Tengo que dejar de pretender convencer a los demás de que las cosas van a empezar a ir bien otra vez y concienciarme yo para que así sea. Es sólo que duele y todavía es muy pronto para mí decirlo en voz alta. Es como si al hacerlo, el significado fuera completo y como si todo se magnificara. Sería hacerlo real, palpable. Pero ya he llorado demasiado por esta pérdida, más de lo que debería haberlo hecho y tengo que pararlo. No puedo seguir martirizándome pensando en qué hubiera sido o quién hubiéramos sido juntos, porque ya no lo seremos, eso es lo único que sé; no sé cuándo será la definitiva, no sé cuánto tiempo o cuánto tequila va a llevarme comprenderlo. Lo único que sé con seguridad es que no tienes cabida en mi vida, ni la tendrás nunca más. 
Me habían roto en pedazos, también en pedazos mucho más pequeños y hasta en añicos, pero tú me has reducido a ceniza. Has dinamitado mi fuerte y sólo me quedan los recuerdos de cómo era. 
Lo hiciste desde el epicentro para asegurarte de que todo estallaba, y así fue. La cuestión es que ya no quiero pensar en cómo lo hiciste o por qué, ni tampoco quién hizo más por el otro o quién cumplió menos; quiero pasar página y no sólo en mi cabeza. Quiero poder decir que estoy bien y poder creérmelo. Quiero no tener que repetirme cada día que estoy haciendo bien las cosas y que estoy bien para poder levantarme por las mañanas. Quiero sentirme competente y capaz de nuevo. Quiero volver a empezar y reinventarme, y todo ello lo quiero sin tu sombra en cada paso que de, sin tu recuerdo condicionándome al decidir, y sin sentirme atada a ti para entonces.
Sólo quiero reconstruir sobre mis principios los cimientos que te has cargado con cada una de las veces que me has hecho daño. Puede que esto haya sido bajo hasta para ti, pero sólo ha sido la culminación de años perdonándote hasta lo que no tenía nombre.

jueves, 10 de abril de 2014

Cada uno aprende y siente a su manera. Supongo que yo necesité equivocarme unas siete u ocho veces más para hacer bien y comprender lo que otros consiguen antes, pero lo importante es el haberlo conseguido y yo lo he hecho. Por una vez, la primera de todos esos intentos, lo digo porque las cosas están así. Todo ha vuelto a la normalidad, todo es estable otra vez y ya no hay cabida para las dudas. Ya no se trata de las condiciones que la situación me había obligado a tomar, ahora sólo yo decido cómo va a ir todo de ahora en adelante. Ya no me controlan ni las horas ni las turbulencias. Todo ha vuelto a coger forma, a regirse bajo mis normas, como siempre debió ser. He vuelto a coger las riendas y a despeinarme sin importarme hacerlo. Todo sucede por algún motivo, así que lo único que se puede pensar es que si algunas cosas se pudren o se terminan es porque lo mejor está por llegar, y de veras lo creo. Solemos equivocarnos al atarnos a cosas y a situaciones que aunque no lo veamos, todos los demás saben que están muertas. Nos gusta demasiado revivir o intentarlo al menos, pero nada vuelve a ser igual de maravilloso que lo original. Hay que dejar volar los restos para que lo bueno, lo nuevo y lo inesperado entren de golpe por la ventana, sin avisar.

martes, 8 de abril de 2014

Dulces 19 a la más bonita.

Me tenías demasiado mal acostumbrada y posiblemente por eso esté ahora mismo más moña de lo normal. Te tenía para mí en los recreos de biblioteca, en el camino a casa de las dos o por lo menos una parte, en las tardes de por semana quejándonos de todo lo que teníamos que hacer pero sin hacer nada, los viernes con Terry amenizándonos con Love of Lesbian o Dorian, en los sábados pletóricos que siempre acababan regular o mal y en los domingos de resaca compartida. Y ahora ¿qué? Ahora mismo hace un mes y seis días que no te veo y sinceramente se me cae el mundo encima ya. No estoy acostumbrada a tener que compartirte con nadie ni mucho menos a tenerte tan lejos, a no verte en tanto tiempo. Sabíamos que algún día tendríamos que salir de casa y empezar una vida lejos de ese pueblo, lejos de nuestra familia, lejos de todos los recuerdos, tanto bueno como malos, que teníamos allí, pero lo que no queríamos pensar es que esa nueva vida, ese soplo de aire fresco, nos iba a barrer tan lejos la una de la otra.
No eres precisamente el tipo de persona que pega conmigo, pero aquí estamos. No parecía que alguien como tú tuviera mucho que ver con alguien como yo, pero míranos. Tampoco eres la persona que más tiempo lleva en mi vida, pero sé que has llegado para quedarte. Para permanecer cuando otros se vayan, para cuidarme cuando otros me destrocen, para hacerme saber que llegaste sin el propósito de despedirte.
Sé que dos años (casi tres) pueden no parecer suficiente para conocer a una persona, y realmente pienso que nadie acaba de conocer a nadie, pero tú te sabes de memoria cada una de mis cicatrices y de mis momentos gloriosos al igual que yo los tuyos; has compartido conmigo tus secretos, unos más oscuros que otros, y tú conoces prácticamente todo de mí. Me has visto en mis momentos más bajos, en los días más grises, en todas las veces que he estado a punto de rendirme y en las que me he rendido equivocadamente y aun así no te has ido. Así que me parece que entre nosotros lo del tiempo está de más. Han sido dos años muy intensos, en los que nos hemos dejado conocer y querer, apreciar y cuidar, comprender y confiar. Nos conocimos en un momento en el que ambas necesitábamos a alguien que nos escuchara de verdad y no que sólo oyera palabras sin que le importaran.
No puedo imaginarme ya un día o un verano o una locura sin que seas coprotagonista conmigo. Con cada gesto, con cada bronca, con cada noche en vela o con el simple hecho de escuchar todos mis chaparrones te has ganado a pulso que seas en quien más confío, la primera persona a la que recurro para lo bueno o para lo malo. Eres uno de los pocos motivos por los que me apetece volver a casa cada dos fines de semana y por quien el hecho de imaginarme todo un verano allí no me parece tan horrible. ¿Por qué iba a serlo? Nos lo pasaremos la mitad ebrias y la otra mitad riendo, así que no creo que nada nos pueda salir tan mal. Y no importa que ahora nuestra vida relación sea un poco virtual de más, porque ni tú ni yo somos propias de caer en la rutina, y si lo hacemos, ya se nos ocurrirá alguna gilipollez lo bastante surrealista para no perder la costumbre.
Gracias por hacer que vuelva a tener fe en una persona, sabes lo que me cuesta eso y más después de los últimos acontecimientos. Por todo lo que has hecho pero también por lo que sé que harás por mí, y por quererme tal y como soy, sin esperar que cambie ni que coincida con el prototipo de persona que puede que a veces necesites que sea. De que disfrutes de los 19 como nadie aunque no te gusten demasiado, me encargaré yo, y así hasta que seamos unas señoras mayores y recordemos cómo empezó todo y cómo tras muchos años, por suerte, hay cosas que no cambian.

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES PRINCESA! NO SABES LO MUCHO QUE TE QUIERO.
PD: sé que no es lo mejor que te he dicho, pero mis musas han volado :( .
PD2: siento el retraso pero bueno ya sabes que como siempre, mal y tarde, la tienes aquí.