sábado, 27 de septiembre de 2014

El sitio al que más miedo te daba volver puede convertirse en un hogar al cabo de un tiempo. Las personas que no creías que soportarías ver acaban siendo una cara más entre un mar de gente. En cambio, aquella que pertenece allí, que está en todas partes, que ha paseado por las calles que tú paseas, esas por las que mucho tiempo la buscaste, es lo único que aún anhelas encontrarte.
Esa persona que sigues sintiendo que te los arrebató, aunque una vez o dos al año, se pasea por allí como si se hubiera ganado el cielo; como si te hubiera ganado a ti. Y puede que sí, que lo haya hecho hace demasiados años, pero si lo pienso en frío no creo que me haya quitado nada, o por lo menos, nada que no se hubiese acabado de todos modos.
Ya no siento que me duelen, ya no siento que me dejaron sola. Y si no lo siento es porque ya no me interesan, ni me preocupan, ni me quitan el sueño. No voy a negar que en ocasiones, cuando me los encuentro y les miro pienso '¿Cómo hemos llegado hasta aquí con todo lo que compartimos?' Pero si hay algo que sé es que el arrepentimiento te come por dentro, y llega un punto en el cual no puedes culparte de todo, y mucho menos de lo que tú no hiciste mal, no solo tú al menos. 
Por suerte ya no soy esa persona, ya no me siento así y lo único que me producen es indiferencia, puede que algo de rechazo, pero ni el más mínimo remordimiento ni apego. 
No sé si fue suerte o todo lo contrario, pero las cosas están así. La cabeza no me da vueltas, el corazón no me da pinchazos...buena señal.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Hold on and stay strong, eso me enseñaste.

 Hacía tiempo que no escribía, o no para desahogarme al menos, y tenías que volver a ser tú. Tienes prácticamente el monopolio de este sitio, de los que lo precedieron y seguramente de los que lo sucederán. 
Seis letras. Son seis letras acompañadas de interrogantes las que a veces, en noches como esta, me siguen quitando el sueño. ¿Por qué? En qué punto pasé de ser esencial a prescindible. Qué hice mal, qué no vi, qué dije fuera de tono, qué me callé que debería haber dicho. No intento comprenderlo porque de ello he renegado hace tiempo ya. Es simplemente que algunas veces es inevitable pensarlo o intentar atar cabos, los cuales sé que no tienen conexión posible.
A lo mejor la respuesta es lo más obvio, pero también sería lo más doloroso para mí. Que había un abismo entre lo que yo sentía por ti y lo que sentías tú. Que echaste raíces en mí, y que aunque quise y lo intenté nunca conseguí lo mismo. Que la única que se acuerda de ti con frecuencia soy yo, y que no es que sea un segundo plano, es que no tengo ni escena. Y duele. Porque hice todo por ti, y habría hecho todo lo que me pidieras...puede que aún lo hiciera. Porque te quise como a un hermano y aunque de otra forma, aún lo hago. Porque me hiciste creer en mí misma y desde entonces nunca lo he perdido. Me enseñaste a ser ambiciosa y a ponerme el listón siempre un palmo más alto de lo que yo creía capaz. Porque me ayudaste a crear una base sólida, a construir unos principios, unas ideas propias, y me enseñaste cómo defenderlas y respetarlas; a cómo respetarme. Porque crecí, aprendí, amé y maduré contigo. Porque ser como soy implica tener partes de ti conmigo, huellas de tus pies por todo mi ser. Y eso no me deja aparcarte...y ojalá pudiera. 
Fuiste clave, esencial y oportuno. Y por eso aún estoy aquí, con los ojos húmedos, los labios mordidos e intentando aguantar lo inevitable a estas horas. Porque me dueles, porque me pesas, pero también porque me diste algunos de los mejores momentos de mi vida, y a pesar de todo lo malo, no te cambiaría por nadie.


No sé si estaría preparada para saber esa respuesta. Mitad porque puede ser peor de lo que imagino, mitad porque eres tajante e implacable. Y detrás de eso, se esconde la posibilidad de que no quiero saberlo porque ese es el último colgajo que aun pendiendo de un hilo, me une a ti todavía...o eso he querido creer. Puede que a pesar de tu forma de ser, de nuestras grandes diferencias y algunas palabras que no se ha podido llevar el viento, no quiera que se acabe. O puede que se haya acabado hace demasiado y no lo asuma... puede que desde tiempo atrás lo haya sabido y no he estado dispuesta a reconocerlo hasta ahora. Pero sí, SE ACABÓ. Lo único que me queda es hacer honor a una de las cosas que aprendí de ti: respirar profundo, llenar los pulmones, exhalar despacio y seguir. Cueste lo que me cueste, pese lo que me pese.